sábado, 5 de marzo de 2011

Microrrelato ganador de San Valentin

Donde ya no llega la luz del sol



Muchas veces me gustaría saber qué se siente en el mundo de los vivos, allí en el que todos ríen o lloran, allí donde la gente siente cosas, y no solamente mirar con la cabeza gacha y sin expresar ni un mísero sentimiento.
Me gustaría saber qué se siente cuando sales del estado de shock, cuando paras de temblar por el miedo, cuando vuelves a tener sentimientos. Eso es lo que ocurre cuando te arrancan el corazón y no piensan devolvértelo, cuando juegan con él y lo destrozan. Te sientes muerto, sin vida, deseando que acaben los días, las semanas, los meses, que pase el tiempo y olvidar. Quieres olvidar a esa persona por la que una vez sentiste algo tan fuerte que te dolía, y sigue doliendo, pero las punzadas bajan su intensidad conforme pasa el tiempo, cuando crees haberlo superado, caes en la misma espiral, porque vuelves a ilusionarte y todo sucede.
El dolor obtenido al sentir amor es lo que menos nos cuesta ocultar, es fácil porque con decir “Yo paso” ya creemos haberlo arreglado, pero ¿y cuando vemos a otras personas felices porque han encontrado el amor? ¿Cómo nos sentimos? ¿Cómo nos sentimos al ver que estamos solos? Con el corazón roto, con ganas de acabar con todo, con un corazón destrozado, hecho pedazos y sin pegamento para reconstruirlo.
¿De qué sirve estar enamorado si cuando crees estás bien todo se fastidia? ¿De qué sirve si después te sientes mal y triste? El amor es la peor droga jamás inventada, droga administrada por un niño pequeño con pañales, alas y flechas doradas.

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